Por Guadalupe Trueba, LCCE, FACCE, CD (DONA International)
- Al final del embarazo, la hipófisis de la embarazada (glándula maestra que se encuentra en el cerebro) comienza a producir prostaglandinas, que son responsables de que el cuello del útero se haga blando y suave, preparándose así para abrirse gracias a la fuerza de las contracciones del parto
- Las prostaglandinas a su vez, incitan la producción de la oxitocina – hormona que se requiere para que el útero se contraiga con el ritmo, fuerza y frecuencia que asegure el progreso del parto.
- Después entran en acción las endorfinas que tienen el poder de defender a la mujer y al bebé contra el dolor.
- Al final de la labor del parto y cuando el bebé está a punto de nacer, se produce adrenalina. Esta hormona sirve para que la mamá tome las fuerzas necesarias para empujar a su bebé ayudándolo a nacer
- Después de nacido, al bebé le toca prenderse al seno materno y al succionar el pezón, hace que la madre produzca nuevamente oxitocina que permite que su útero se contraiga y elimine la posibilidad de un sangrado que ponga en peligro su vida.
- El bebé al nacer también llega con una carga importante de adrenalina que lo hace estar en un estado alerta para subsistir fuera del útero materno.
- La adrenalina circulando en el organismo de la mamá, le permite mantenerse en un estado de alerta y vigilando el bienestar de su recién nacido.
- Con la succión frecuente del bebé al seno, la madre produce ahora la prolactina (hormona responsable de la producción de leche) y más oxitocina – que es la hormona del amor.
Así es
como de una manera maravillosamente diseñada por la naturaleza, esta danza de
hormonas, influye en uno de los eventos más increíbles que podemos presenciar:
“el nacimiento de un bebé y una madre”
Para asegurar que esta danza de hormonas realicen su
trabajo, es necesario cubrir las necesidades básicas de la mujer para que de a
luz de forma natural y normal, conectada con sus instintos y su sabiduría
interior.
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